Subsidio Litúrgico - Pastoral 2021

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Mantengan firme la palabra de la vida (Flp 2,16)

La expresión bíblica con la que se celebra este año el Domingo de la Palabra de Dios está tomada de la Carta a los Filipenses: “Mantengan firme la Palabra de la Vida” (Flp 2,16). Como se deduce de algunas referencias, el Apóstol escribe la carta desde el cautiverio. Ciertamente representa uno de los textos más importantes que la Iglesia tiene entre sus manos. El pasaje cristológico con el que Pablo destaca la kénosis cumplida por el Hijo de Dios al hacerse hombre permanece a lo largo de nuestra historia como un punto de referencia sin retorno para comprender el misterio de la Encarnación. La liturgia nunca ha dejado de rezar con este texto. La teología lo ha convertido en uno de los principales contenidos para la inteligencia de la fe. El testimonio cristiano ha encontrado en estas palabras el fundamento para construir el servicio pleno de la caridad. Si bien la carta expresa los contenidos esenciales de la predicación del apóstol, también muestra cuán necesario es que la comunidad cristiana crezca en el conocimiento del Evangelio.

Con nuestro versículo, el apóstol pretende ofrecer una enseñanza importante a la comunidad cristiana para mostrarle la manera en que está llamada a vivir en medio del mundo. Recuerda en primer lugar la importancia que los cristianos deben dar a su compromiso de salvación, precisamente en virtud del acontecimiento realizado por el Hijo de Dios al hacerse hombre y ofrecerse a la violencia de la muerte en la cruz: “trabajad por vuestra salvación con temor y temblor” (Flp 2,12). Ningún cristiano puede pensar en vivir en el mundo prescindiendo de este acontecimiento de amor que ha transformado su vida y la historia entera. Por supuesto, Pablo no olvida que, por mucho esfuerzo que los cristianos pongan para lograr la salvación, la primacía de la acción de Dios siempre permanece: “Es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor” (Flp 2,13). La combinación de estos dos elementos permite comprender las palabras desafiantes que el Apóstol dedica ahora a los cristianos de Filipos, teniendo ante sus ojos a los creyentes que a lo largo de los siglos serán discípulos del Señor.

El primer compromiso que los creyentes deben asumir es la coherencia de vida. La llamada a ser “irreprochables” y “sencillos” en medio de un mundo donde a menudo predominan la falsedad y la astucia, remite a la palabra de Jesús cuando invitaba a sus discípulos: “Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16). Para que esto suceda, Pablo señala el camino a seguir: los cristianos deben permanecer fieles y unidos a la palabra de Dios. “Manteniendo firme la palabra de la vida” los discípulos de Cristo “brillan como lumbreras del mundo”. Es una bella imagen que el Apóstol ofrece hoy también a todos nosotros. Estamos viviendo un momento dramático. La humanidad pensaba que había alcanzado las certezas más sólidas de la ciencia y las soluciones de una economía para garantizar la seguridad de la vida. Hoy se ve obligada a comprobar que ninguno de los dos garantiza su futuro. Emergen con fuerza la desorientación y la desconfianza debido a la incertidumbre que ha surgido inesperadamente. Los discípulos de Cristo tienen la responsabilidad también en esta coyuntura de pronunciar una palabra de esperanza. Lo pueden lograr en la medida en que permanezcan firmemente anclados a la palabra de Dios, que genera vida y se presenta llena de sentido para la existencia personal.

Tal vez la interpretación más autorizada de este versículo sea la de Victorino. El gran retórico romano cuya conversión describe Agustín en sus Confesiones, escribió en su Comentario a los Filipenses: “Yo me glorío en vosotros porque poseéis la palabra de vida, es decir, porque conocéis a Cristo, que es la Palabra de vida, porque lo que se hace en Cristo es vida. Por lo tanto, Cristo es la Palabra de vida, de esto percibimos cuán grande es el beneficio y la gloria de aquellos que sostienen las almas de los demás”. En el Domingo de la Palabra de Dios, redescubrir la responsabilidad de trabajar para que esta Palabra crezca en el corazón de los creyentes y los llene de alegría para la evangelización, es un deseo que se convierte en oración.

Rino Fisichella

 

 

 

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